Había un hombre que vivía preocupado
todos los días, sus amistades estaban cansados de escucharlo en cada
queja y preocupación que tenía; hasta que un día notaron mucha
tranquilidad en el, su rostro reflejaba paz y alegría y extrañados le
preguntaron:
-¿Oye qué pasó? extrañamente ya no andas preocupado. a lo que respondió: Le estoy pagando a alguien para que se preocupe por mí.
—¿De verdad, y cuánto le pagas?
—Dos mil dólares por semana.
—¡Guao! eso mucho dinero ¿Como puedes pagarlo?
—No puedo, respondió. De eso, tiene que preocuparse él.
Es algo graciosa esta anécdota y
obviamente que en la vida real no se pueden manejar las preocupaciones
de esta manera; sin embargo los que somos hijos de Dios podemos ir ante
nuestro Padre y entregarles todas nuestras cargas, Él tiene todo
perfectamente bajo su control, sobretodo cuando a nosotros nos parece
que todo va peor.
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